Dos llorones
Anoche en dos noticieros de medianoche se presentaron dos llorones. Burgos y Pizarro, hombres de apellidos antiguos en Chile, pero nuevos pareciera. Con razón la DC está moribunda. Su directiva se echa a llorar porque no votan, porque le dan la espalda, ya no digamos a su líder, sino a su amiga, Soledad Alvear. Difícil imaginar llorando a los fundadores de ese partido, - a quienes Burgos y Pizarro recuerdan como a genios griegos-, porque las situaciones políticas se les presentaron adversas. Estos de hoy no saben salir boxeando de las esquinas como hacen los grandes luchadores. Llorar no es una mala práctica, pero llorar ante las cámaras de televisón es de nobleza cuando los hechos lo ameritan. Ni siqiuera lloró el padre del niño que cayó al canal San Carlos hace tres días por ir a buscar una pelota y fue encontrado muerto, frío, tieso, ayer en la mañana después de una ardua búsqueda.
Seguramente que tendrán sus razones más que entendibles para "hacer pucheros". Traciones, puñaladas, machismo, deslealtad, matonaje, lo que quieran. Pero si la DC estaba moribunda después de las municipales, ese par de tristes viudos de Soledad Alvear la terminaron de matar ayer en la noche. No tienen espíritu, no tienen carácter, no tienen amor propio, no tienen valor ni valores. Ya no deben saber ni qué pensar. Los irresolutos pueden ser extraordinarios en el campo del arte o el de la filosofía, pero no en la política. Lo más triste es que en TV, maquillados, ya no lloraban como en la tarde, cuando los sorprendieron las cámaras, poco después de la renuncia de Soledad Alvear, sino que estaban con simple cara de pena como cuando a un niño le roban el estuche, el sanguche o la mesada.
El loco
Pero no fue el único que se paseó por la televisión durante la noche del día en que murió el empresario Ricardo Claro Valdés. También estuvo el presidente del Senado y ex demócratacristiano, Adolfo Zaldíva Larraín. Habló de la Democracia Cristiana como esos futbolistas - ya que todos hacen analogías futbolísticas- que han subido de estatus deportivo y les preguntan por viejos dirigentes ambiciosos que les hicieron daño. La diferencia es que Zaldívar no fue reclutado ni alimentado por la DC como un genio de la política al que no le alcanza para la leche ni para los zapatos de fútbol, sino que su familia es fundadora de la DC.
No lo dijo así, porque no habla así, pero se entendió que estaba "en otra" y trató de adjudicar al Partido Regionalista Independiente, el PRI, una especie de carácter fundador de la política chilena en el Siglo XXI. La Concertación y Piñera son el continuismo, afirmó. "Más de lo mismo" fue una de las frases que usó, tan utilizada por estos días. ¿A alguien le cabe alguna duda que todo el poder de los Zaldívar estuvo detrás de la gran baja de la Democracia Cristiana? Sólo un iditoa no lo leería así, sólo un idiota no entendería que a estos neo demócratacristianos no les caería todo el peso de la aristocracia partidaria por haber echado a uno de sus hijos que simplemente aspiraba a recomponer las añejas bases del conglomerado, no porque crea verdaderamente en ellas sino porque lo mueve una ambición desmedida de poder y no estaba dispuesto a dejar que se lo arrebataran así nomás. Pero hasta aquí parece llegar el asunto. Una pelea con los Frei no sólo sería fraticida sino mortal para el partido. Entonces sí que no quedaría nadie parado. Entonces sí que la DC no se podría levantar de sus cenizas, como lo hizo recién a principios de los ochenta tras la debacle de Radomiro Tomic en las presidenciales de 1970.
El tío Richi
A las cuatro de la madrugada de ese día dejó de respirar Ricardo Claro Valdés, un niño hermoso de ojos vivos y escrutadores, de acuerdo a las fotos de su infancia publicadas por el diario La Segunda. Hasta el padre Renato Poblete se confundió a la hora de hablar de los méritos del abogado y empresario para merecer el cielo: "Es posible que Dios lo acoja en su reino", dijo, e inmediatamente se corrigió para decir que era "seguro" que el creador lo tendría a su lado. No fueron los católicos los que exculparon a Ricardo Claro. Fue el propio Ricardo Lagos, cuya memoria de título que luego sería best seller - La Concentración del Poder Económico en Chile - fue impugnada apenas leída por el ayudante de la catedra de derecho económico en la Universidad de Chile de los años cincuenta, Ricardo Claro. Dijo Lagos que Claro había abierto un espacio a los dirigentes proscritos por la dictadura militar cuando se sentó junto a él y otros dirigentes de izquierda a hablar de política a través de una radio a mediados de los ochenta, cuando nadie discutía nada. Y era, dentro de los medios habituales, el único que levantaba la voz contra la política económica del régimen militar a través de columnas en La Tercera y El Mercurio.
La tentación de caricaturizar a Claro es grande, tanto como la de caricaturizar a Agustín Edwards y de seguro que era un despota - lo más parecido al señor de la querencia que queda en Chile-, pero no le pueden negar que siempre haya tenido una sola voz. Permitió la voz de otros, como recordaba Lagos, pero también se metió con otras voces, como la de Piñera en el caso de la famosa radio Kioto. Ayer muchos debieron revisar esas imágenes y recordar ese hecho noticioso increíble. Muchos olvidaron que Claro se disculpó por la calidad de la radio -"este aparato es malo", dijo, estimagtizando a la marca para siempre- y que también advirtió que lo que se escucharía allí no era "lenguaje de salón". Dos caeracterísticas de su personalidad: el despiadado y el caballero. Y luego dijo que si un chileno no podía denunciar una situación compleja públicamente, estábamos pavimentando el camino a la corrupción. No era la manera, pero tenía razón. Quizás si alguien lo hubiera tomado en cuenta, hoy habría más transparencia pública. Qué paradoja.
miércoles, 29 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)