lunes, 28 de abril de 2008
Bachelet y la bomba que desnuda
En tiempos en que el sol no brilla en ninguna parte, hay que agarrarse de lo que esté más a la mano para no perder todo lo sembrado en una vida de malas artes, conspiraciones, intrigas, acuerdos y chanchullos, es decir una vida entregada al servicio público. Unos van para allá, otros vuelven para acá, otros se juntan por acullá. Algunos, como nunca antes, con descaro quieren acarrear agua a su molino, a través de la poco discreta televisión. Allamand quiere primarias con Flores y Zaldívar, Longueira quiere a Lavín como candidato a la alcaldía de Santiago –el peor alcalde de los últimos años-, a Vidal, ya 300 por ciento bacheletista, sólo le falta pegarle un coscorrón a un periodista o dispararle a alguien, Schilling cree que sin los comunistas no habrá más Concertación. O sea, la cueca en pelotas. Un viejo amigo colombiano, que por los ochenta salía con la mujer más fea de Santiago, cuando se lo sacaban en cara, decía que en tiempo de guerra cualquier hoyo es trinchera. Hoy está lleno de trincheras, porque estamos en guerra. Declarada por la Presidenta cuando a poco de sentarse en su oficina de La Moneda impuso un estilo tan incomparable, tan increíble, tan inasible que los ha dejado a todos en pelotas, sin saber qué hacer, tratando de recordar cómo se hacían las cosas antes. Si hoy somos más honrados o más estúpidos, menos talentosos o más mal educados, si el país va para alguna parte, no lo podemos saber, pero si sabemos que nadie, ni el más pintado sabe bien qué hacer ni porqué ni para qué. La bomba que desnuda arrojada por la Presidenta los tiene a todos confundidos, como cada vez que quedamos en pelotas en público. Es como aquel viejo cantante que antes de actuar se iba a una cantina y luego de que lo encontraban borracho, ya con todo el público pifiando por la demora, entraba al escenario micrófono en mano, tambaleándose, mientras los músicos lo miraban aterrorizados porque no sabían qué canción iba a entrar cantando. Debían ser unos maestros, pues siempre lograban seguirlo, cantara el Happy Birthday, Y Volveré o Samba pa` ti. Algo así pasa con la primera mandataria. Si nuestros políticos fueran esos músicos. Otro gallo nos cantaría. Pero siempre fueron aficionados, siempre creyeron vagamente en el honor y descaradamente en el dinero y la posición.
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